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  • Foto del escritorDavid Bocian

Viernes 25 Noviembre, clausuramos la 27 Muestra de Teatro Contemporáneo de Santander con "Altaz





Altazor

Publicado el

22 NOVIEMBRE, 2016

Un poema son palabras que son personas que son aves que son saltos que son vértigos que son abismos que se abren ante el poeta. Si “Altazor” de Huidobro es un viaje en paracaídas a través de palabras, “Altazor” de la Compañía Laboratorio hace entrar al espectador dentro del poema de la mano de Jessica Walker, sentada, en el centro, dirigiendo como si de una orquesta se tratara. En el escenario se encuentran los actores, desnudos, por fuera, por dentro. Sólo cuerpos y jaulas y papeles y tela blanca. Huele a incienso. Los focos los siguen bañándolos con una luz tenue. Jessica marca el pulso. Los actores corren, saltan, gritan, se abren. Y entonces empieza Altazor a contarse:

“Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor. / Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.”

En el escenario se desdoblan todas las formas gramaticales. Huidobro, Altazor, Walker, los ojos de pichón, las palabras. Es todo lo que está en juego. Y es la música la encargada de mezclar todo para arrastrarlo hacia delante. Hay palabras y de golpe se pierden. Hace falta escribirlas pero no se puede. Cielo. Ciego. Poema. Poesía. ¡No! No-cielo. No-ciego. No-poema. No-poesía. No. No. No. Y ahí resuena Beckett, que años después de Huidobro dejaría tatuado el: ¿cómo decir, cómo decir? Y la tela, siempre la tela blanca que, como si fuera un enorme papel en blanco, es lo único que permite subir arriba. Pero… ¿hacia dónde?

Y después la caída, siempre la caída. Cayendo de sueño en sueño por los espacios de la muerte.

Están las jaulas. Cada uno con la suya a cuestas. Y el pájaro de ojos tristes.“No hay tiempo que perder”.

Toda la obra es de una intensidad brutal. Solo deja un momento para el descanso, que es la risa, cuando se invita al poeta a dejar de serlo y a hacer cosas útiles. Porque nadie quiere un compañero de trabajo poeta, que siempre que puede se escapa a escribir y a fumar. Si hiciera de verdulero podría rimar los tomates con los aguacates y los limones con los melones, y esto, aunque no importara a nadie, como mínimo daría tomates y aguacates y melones y limones para comer. Que de la poesía no se come, poeta, de la poesía no se come.

Pero el poeta no escucha. En su silla de ruedas y la cabeza gacha sigue creando lo que no sirve pero es lo único que salva. Altazor es el creador. Nace a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo. El poema se divide en siete cantos, como los siete días de la creación. El verso es libre. Se pasa de versos con sentido a versos sin-sentido que dan sentido al poema. Se juega con la musicalidad de las palabras. Es un poema que se propone liberar la palabra y devolverla al aire, que es donde pertenece. De la misma forma los cuerpos sin ropa, que a veces se convierten en cuerpos-papel, bailan acrobáticamente buscando lo etéreo. Los cuerpos se azoran. Se alzan. Se altazoran. Se caen. Se reclutan. No hay salida. La jaula está abierta y los pájaros no pueden escapar.

El ave, como el poema, tiende al cielo. Y allí las palabras se confunden. Huidobro, como buen creador, desafía la gravedad desafiando el lenguaje. Llevándolo a rincones nuevos donde las estructuras gramaticales no dejaban que llegara nunca. Walker desafía la gravedad del cuerpo desafiando el límite entre palabra escrita y cuerpo humano.

La obra de Huidobro acaba con un “lalalí / io ia / iiio / ai a i a a i i i i o ia”. Una vuelta a la infancia a través del pre-lenguaje. “Altazor” de Walker termina con una súplica de amor. Ámame. Ámame. Y el dolor al estómago que produce decir y oír esta palabra. La más difícil, la que más duele. Nunca se tendría que conjugar en imperativo el verbo amar.

Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.

Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

Ámame.

Ámame.

A.

“Altazor”. Montaje de Jessica Walker inspirado por el poema “Altazor” de Vicente Huidobro. Teatro Laboratorio.

T.


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